domingo, 4 de junio de 2017

9 Pautas para criar en positivo: el niño malo no existe.

Todos queremos unos niños educados, que proyecten una buena imagen de nosotros como padres...


Cuando me inicié en la crianza respetuosa, tenía el temor de caer en un tipo de crianza permisiva. En los foros de crianza con apego en los que me movía mientras mi hijo era un bebé, había visto numerosas consultas de madres que no sabían qué hacer cuando su peque "no se portaba bien". Y los consejos, por regla general iban en la línea de "a esa edad es normal", "yo lo que hago es explicarle." "Es una etapa, ya pasará". Y también había quien directamente rechazaba el concepto de "Disciplina". En general me ponía nerviosa porque me parecía que ponía a los padres en una posición demasiado pasiva, para mi gusto. Yo tenía la sensación de que en general se ponía demasiado el foco en que NO hacer: Nada de castigar, y por supuesto NADA de pegar, pero no me parecía que se compartieran suficientes herramientas para sustituir los métodos tradicionales de disciplina. Así que mi afán estaba en rellenar esos huecos. "Vale, no quiero pegar, y no quiero castigar, pero entonces ¿Qué hago?" Y de nuevo Janet Lansbury al rescate. En este artículo El niño malo no existe: Disciplinar sin avergonzar (9 pautas) nos ayuda a contestar esa temida pregunta ¿y entonces, qué hago? Este artículo tiene también una versión en español latino que está publicada en la web oficial, así que no lo voy a traducir esta vez, porque creo que se entiende bastante bien. Recomiendo encarecidamente su lectura, aunque hay alguna cosilla que puede chirriar y que me gustaría comentar. Las 9 pautas que propone son las siguientes:


1. Entorno predecible y expectativas realistas: Los niños pequeños necesitan rutinas que les ayude a sentir cierto control sobre sus vidas. Esto no significa tener que encerrarte en casa durante sus primeros años para que sus horarios no se vean afectados jamás. Pero sí tener en cuenta que si vamos a una cena que hace que nuestro peque no esté en la cama a su hora, la responsabilidad en el caso de que "se porte mal" es nuestra, no suya, así que no será justo que sea él quien pague las consecuencias con castigos y malas palabras.

El mantra de la disciplina positiva
2. No tengas miedo ni te tomes el mal comportamiento como algo personal:Cuando nuestros hijos "se portan mal",sobre todo si es en público, nos sentimos observados, juzgados, y sentimos una imperiosa necesidad de que se vea "quién manda aquí", y a menudo actuamos empujados por ese sentimiento de vergüenza propia más que por el bienestar emocional del niño: "no llores, que ya eres muy mayor", "mira, ese niño no llora, ¿no te da vergüenza?". Hay que tener claro que el comportamiento expresa necesidades del niño, y hay que centrar nuestra atención en descubrir cual es esa necesidad y cubrirla en la medida de nuestras posibilidades. 

3. Responder en el momento, con calma, como un director ejecutivo: Lo del director ejecutivo lo dice mucho Janet para ayudar a visualizar, aunque no sé yo si para nosotros funciona ese modelo. Vendría a ser la imagen de un buen jefe, pero no tengo yo claro que ese sea un modelo lo suficientemente extendido en España como para que la imagen sea verdaderamente útil. En resumen, hay que responder con firmeza y con mucha tranquilidad. Tono neutro siempre que podamos. Nada de gritar y ponerse nervioso. La frase mágica, y lo que para mí fue la primera herramienta para sustituir en este caso los gritos: "No voy a dejar que X" o "No quiero que X" mientras se bloquea con la mano el movimiento. Si el niño insiste y el adulto empieza a mosquearse significa que está dando más oportunidades de la cuenta. Aprende a reconocer donde está tu límite y corta la situación antes de llegar a él. Por ejemplo, el bebé quiere subirse a la mesa desde tu regazo donde está sentado (seguro que a algunos de mi familia les resulta familiar este ejemplo), le dices con toda la tranquilidad del mundo "No quiero que te subas a la mesa" mientras le bloqueas suavemente la pierna que está intentando alzar. Si el niño insiste, repites hasta que una de dos: el niño desista, o tú te estés cansando en cuyo caso te levantas y sacas al niño de la situación. Lo mismo con cosas como: tocar el enchufe, pegar al perro... Lo importante es entender que necesitan tono tranquilo y bloqueo físico. Gritarles "¡Te he dicho mil veces que no le pegues al perro!" desde el sofá no es igual de efectivo.

4. Habla en primera persona: Me declaro culpable, señoría. Este me lo he saltado a la torera. La teoría es que es mejor hablar en primera persona porque así les ayudas a distinguir entre los pronombres "tú" y "yo" (los pobres, qué lío se hacen), y porque favorece una comunicación más directa entre el adulto y el niño. Resulta una comunicación más efectiva un "No voy a dejar que me pegues" que un "No se pega a mami". Pero vamos, aquí la menda se ha referido más veces a sí misma en tercera persona que Aída Nízar. En esta parte, como en los antiguos boletines de nota Necesita Mejorar.

5. No utilices la técnica del tiempo fuera (el rincón de pensar): de esto ya hablamos en un post anterior, y es uno de los principios básicos de la disciplina positiva o respetuosa. Los castigos y los tiempo fuera no ayudan. Lo que añade Janet es que siempre hay que ir a la causa. Si el niño se está portando mal y creemos que puede ser porque está cansado, será hora de irse a casa. Hay que plantearlo como una manera de cubrir sus necesidades no como un castigo. No se trata de "¡si te sigues portando mal, nos vamos a casa!" (sobre todo si no tenemos intención de cumplirlo, porque una amenaza de un castigo exagerado y desproporcionado que sabes que no vas a cumplir es perjudicial se siga la forma de crianza que se siga) sino, "Veo que estás cansando, dentro de 5 minutos nos vamos a casa" y si el niño protesta porque en realidad no quiere irse, pues no pasa nada. Él tiene el derecho, y la obligación, de expresar sus emociones, y nosotros tenemos la obligación de hacer lo que consideramos mejor para su bienestar. Y si no puedes irte a casa por la razón que sea, al menos sé compasivo con el peque y entiende que él no tiene la culpa. 

6. Consecuencias: ¡A-ha-há! ¡Los "sustitutos" de los castigos en la disciplina positiva !Los actos tienen una consecuencia natural, por regla general, y lo ideal es dejar que esas consecuencias se encarguen de enseñar a los niños lo que está bien de lo que está mal. Pero a veces la consecuencia natural es demasiado grave o no responde adecuadamente a las necesidades de la familia, con lo que sería adecuado establecer una consecuencia lógica. Para que nos aclaremos, un ejemplo, imaginad que ponéis una norma: "Por la calle hay que ir de la mano". Una consecuencia natural a no cumplir esa norma podría ser llevarnos un susto gordo con un coche. Evidentemente es una consecuencia que no estamos dispuestos a dejar que suceda, así que pasamos a una consecuencia lógica: "Andar por la calle sin darme la mano es peligroso. Si te sueltas de mi mano nos iremos a casa/tendrás que ir en el carrito/en la mochila. Mi trabajo es mantenerte a salvo." Y cumplir la consecuencia a la primera. Un castigo sería algo que no tenga relación con la "infracción" por ejemplo: "¡Como te sueltes de la mano, esta tarde no vamos a la piscina!" También se pueden establecer consecuencias para normas sociales como "No levantarse de la mesa mientras comemos" (si es que esto es algo importante para tu familia). Una consecuencia natural de esto sería que la comida se enfría y ya no está tan buena. Una consecuencia lógica sería "Si te levantas de la mesa significa que ya no quieres más, así que retiraré tu comida". Un castigo supongo que podría ser castigarle sin ir al parque o mandarlo a su habitación, por ejemplo. El tema clave de las consecuencias es que no se entiendan como una venganza. Es imprescindible que estén directamente relacionadas con lo que supuestamente han hecho mal, y que se lleven a cabo de manera firme y extremadamente tranquila.

7. No riñas a un niño por llorar. No, por favor. Está expresando un sentimiento, que consigas que deje de expresar ese sentimiento "por las buenas o por las malas" no significa que el sentimiento desaparezca. Aprender a ocultar tus sentimientos no es lo mismo que aprender a gestionar tus emociones. Lo ideal es permitir la expresión natural de sus emociones, a poder ser en un lugar seguro (si hace falta, llévatelo a un lugar más discreto), ayudarle a ponerle nombre a sus emociones ("Estás enfadado porque querías quedarte más rato en el parque"), empatizar con él ("Lo sé. Es un rollo tener que irse cuando te lo estás pasando tan bien") y que se sienta acompañado ("¿Necesitas que te dé un abrazo?"). Dejadle que exprese libremente su enfado, frustración, pena, miedo y enseñadle a hacerlo de manera adecuada si lo veis necesario ("No voy a dejar que me pegues. Si necesitas dar patadas a algo porque estás muy enfadado, puedes dar patadas en el suelo. Así.") Una correcta gestión de las emociones desde el principio es esencial para una óptima educación emocional. 

8. Amor incondicional. No podemos arriesgarnos a lanzarles el mensaje de que "sólo te quiero si te portas como yo digo", porque este mensaje crea frustración, desconfianza, miedo, inseguridad... Nada de "¿No quieres recoger los juguetes? ¡Pues ya no te quiero!" porque los niños nos toman la palabra al pie de la letra. También es importante mantener el control de nuestras emociones y actuar antes de llegar a enfadarnos, porque cuando nos enfadamos con ellos sienten que les hemos dejado de querer y siempre terminamos empeorando la situación.

9. NUNCA des una nalgada. De esto también hemos hablado ya. Es probablemente una de las cosas que más daña una relación entre padres e hijos. A corto plazo puede parar el comportamiento, pero a la larga es tan perjudicial que no merece nunca la pena. Y si alguno de los que me estáis leyendo estáis pensando en eso de "Qué exagerada, a mí me pegaban mis padres y no estoy traumatizada" te diría que sufres lo que se llama una Normalización del maltrato, y que ya en sí está catalogado como síntoma de trauma. Un adulto haciendo daño voluntariamente a un niño pequeño e indefenso debería hacernos saltar las alarmas siempre, y si no lo hace es que hay algo que está mal en nosotros. Y ante la duda solo hay que sustituir la palabra "niño" por la palabra "esposa". Y si pensáis que no es lo mismo es porque consideráis a los niños como ciudadanos de segunda con menos derechos que los adultos, que es exactamente lo que pasaba con las mujeres hace no tanto cuando el maltrato estaba normalizado y se decía aquello de "Mi marido me pega lo normal".

Con otros argumentos más prácticos, añadiría que si pegamos a los niños les estamos enseñando que los conflictos se resuelven a golpes, especialmente si el conflicto es con alguien más débil que tú. Y no creo que ese sea una lección que queramos que nuestros hijos aprendan por nuestra culpa. Y si además conseguimos que se crea que le pegamos porque le queremos y lo hacemos por su bien, estaremos sentando las bases para que asocie amor con violencia, con lo que estaremos abonando el terreno para unas posibles situaciones futuras de violencia de género.

Fuente: crianzarespetuosayconsciente

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