Las contracciones aparecen en distintos momentos y tienen diferentes funciones. No te avergüences si alguna vez te presentas en la clínica maternal pensando que estás de parto y no es así. Esta situación sucede con cierta frecuencia. Pero para estar más tranquila, te interesa saber cuáles son los distintos tipos de contracciones que existen.
1. Contracciones que entrenan el útero
Las primeras que sentirás son
las de Braxton Hicks. Hacia el octavo mes de gestación
disminuye la producción de progesterona (es la hormona que impide que el útero
se contraiga para expulsar el bebé que alberga en su
interior), al tiempo que se incrementa la
secreción de oxitocina, que es la hormona que favorece las
contracciones uterinas. A partir de ese momento puedes comenzar a sentir estas
contracciones. En realidad se producen a lo largo de todo el embarazo, de forma
imperceptible, y empiezan a hacerse notorias a mediados del último trimestre.
Pero sólo a veces, porque hay madres que no las perciben.
No son dolorosas (la molestia
es similar a la de una menstruación fuerte), se localizan en la parte baja del
abdomen y producen un repentino endurecimiento del mismo. Si tú las
experimentas y te resultan muy incómodas, túmbate, descansa y respira hondo, ya que paran con el reposo, no tardarás en sentirte
mucho mejor.
2. Las
contracciones prodómicas
Más molestas que las anteriores
son las contracciones llamadas "prodómicas", que son las que preparan
el organismo de la futura mamá para que pueda hacer frente al momento del
parto. Se sienten en la última
semana del embarazo, a veces van acompañadas de la
expulsión del tapón mucoso y su misión es ir acortando
el cuello del útero poco a poco, hasta borrarlo, para que
acto seguido comience a dilatarse.
A
diferencia de las contracciones "de verdad", se localizan en la zona
lumbar, no llegan a prolongarse más de 30 segundos y en lugar de ir haciéndose
más frecuentes, dejan de darse en menos de 20 minutos. Pasado este tiempo,
volverás a sentirte completamente normal.
3. Las contracciones de dilatación
Las auténticas contracciones de parto, las de dilatación, suelen presentarse de forma regular, aunque bastante espaciadas (cada 15 o 20 minutos), con una molestia parecida a un incómodo dolor de riñones, que poco a poco se va dirigiendo hacia el vientre.
En un primer momento, las
auténticas contracciones de parto no se prolongarán más de 20 segundos, pero a
medida que se acerque el momento del parto se irán haciendo más largas,
intensas y frecuentes. Cada vez que te sobrevenga una sentirás una leve
tirantez en la zona del bajo vientre, al tiempo que el estomago se pone muy
duro.
A
partir de ese momento no comas nada (por si tienen que ponerte anestesia total)
y controla con tu pareja el tiempo que dista entre una contracción y la
siguiente. Deben estar muy atentos y cuando se produzcan cada menos de 10 minutos,
aunque aún tardarás bastante en dilatar (entre 8 y 12 horas si eres primeriza,
y entre 4 y 6 si has tenido más hijos), sal para la clínica.
4. Contracciones
de transición
Una vez que el cuello del útero
se borra (cuando alcanza de 2 a 4 centímetros de dilatación) comienza la fase
de transición, en la que el bebé empieza a descender por el canal vaginal. En
esta fase las contracciones son muy largas (duran hasta
90 segundos), intensas y continuadas (se dan cada minuto y medio).
Si vas a dar a luz con la epidural, a partir de este
momento dejarás de sentir dolor. Pero si no vas a solicitarla o por cualquier
motivo no pueden ponértela, te vendrá muy bien saber que si te colocas de lado y
mantienes un ritmo respiratorio regular, lograrás relajarte y sentirte mejor.
Esta postura, además, te ayudará a controlar las ganas de empujar.
Ya sabes que hasta que alcances
los 10 centímetros de dilatación no debes pujar. Tu hijo aún no dispondrá de
espacio suficiente para salir y tus esfuerzos sólo servirán para agotarte y
hacerle daño. En esta fase, más que en ninguna otra, seguir las indicaciones del médico es básico
para que todo vaya bien.
5. Contracciones
de expulsión
Las contracciones finales,
aunque son las más fuertes, duraderas y seguidas, son
las más gratificantes para la inminente mamá, pues sabe que se trata del último
esfuerzo.
En
esta fase la persona a cargo te dirá que empujes en cada contracción y que en el
intervalo entre una y otra respires profundamente, para recuperar fuerzas.
Tu hijo puede tardar 40 minutos
en asomar su coronilla si eres primeriza, y mucho menos si has dado a luz
antes. Cuando esto ocurra tendrás que dejar de empujar unos instantes, hasta
que el médico compruebe que el cordón umbilical no le oprime el cuello cuando
salga la cabeza. Sólo faltan dos
o tres empujones para que el niño salga por completo, lo
que hará sin mucho esfuerzo.
Transcurridos 10 minutos de la
expulsión comienza el alumbramiento. En
esta última fase del parto el útero también se contrae, pero estas
contracciones no tienen la misión de ayudar al niño a salir, sino la de
expulsar la placenta. En cualquier caso, no temas. Serán sólo cuatro o cinco y
mucho menos dolorosas que las de las fases anteriores.
6. Las contracciones del día después
Después de dar a
luz, cuando se te pase el efecto de la anestesia, comenzarás a sentir de vez en
cuando unos fuertes retortijones en el bajo vientre. No te preocupes, porque
estas contracciones que sentirás en la zona inferior uno o dos días
después del parto son completamente normales.
Se producen
porque el útero ha empezado a contraerse para recuperar su tamaño normal, el
que tenía antes de que te quedaras embarazada. Con el primer hijo apenas se
notan, pero con los siguientes pueden ser bastante intensos y dolorosos.
Para aguantarlos mejor, cuando
te sobrevengan aguanta la respiración y abrázate con fuerza a una almohada. Si
este remedio no te sirve, pregunta a tu médico si puedes tomar algún calmante que
no interfiera en la lactancia. Y no te extrañes si se te agudizan mientras
amamantas a tu hijo: ocurre porque la succión de los pezones produce un efecto
reflejo en el útero, que hace que se contraiga con más rapidez.
Ten paciencia: esta molestia no
dura más de tres o cuatro días y tiene el aspecto positivo de que te ayuda a
recuperar la línea más rápidamente.
Fuente: crecer feliz
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