Se dice que durante la primera hora de vida es fundamental el contacto “piel con piel” tanto para el bebé como para la madre, sin embargo este contacto rara vez se practica.
La Doctora Constanza Soto Conti, del Hospital Materno Infantil argentino Ramón Sardá, asegura que este ritual tiene un montón de beneficios: “El contacto piel a piel entre la madre y su hijo estabiliza la respiración y la oxigenación del bebé, mantiene sus niveles de glucemia, estabiliza la presión arterial, reduce las hormonas del estrés, disminuye el llanto, incrementa el estado de alerta tranquila, promueve el inicio precoz de la lactancia materna y mantiene la temperatura, reduciendo el riesgo de hipotermia”Ese momento se conoce como impronta afectiva, y favorece el vínculo entre ambos y la instauración de la lactancia materna. La lactancia precoz, iniciada durante la primera hora de vida del pequeño, es clave para una lactancia exitosa.
La madre experimenta una descarga de oxitocina, por la que el bebé se muestra especialmente receptivo. Tanto que si se le coloca desnudo sobre el pecho de su progenitora, este es guiado por el olor hasta encontrar el pecho y alimentarse.
El médico sostenía al bebé, el cual estaba aterrado por su primera toma de contacto con la gravedad. Hoy sabemos que, impulsada por las contracciones del útero, la sangre fluye perfectamente si lo ponemos sobre el pecho de su madre dijo Miguel Larguía.
Foto: James Theophane
Además, el contacto piel con piel resulta tan beneficioso que la propia Doctora Soto Conti, denomina a este tiempo “hora sagrada”. Y es que al parecer, sus efectos no son únicamente inmediatos, sino que también podrían ser a largo plazo: “Esos minutos iniciales son un período sensible durante el cual, el contacto entre la madre y el recién nacido sano puede tener efectos positivos a largo plazo, como una mayor seguridad y mejor tolerancia a la angustia de la separación"
Miguel Larguía, doctor y presidente de la fundación que lleva su nombre y ex director de la Unidad de Neonatología del Hospital Ramón Sardá, apoya completamente la idea, argumentando: “Los 9 meses en el vientre el bebe no tiene hambre, no tiene sed, no tiene calor ni frío… La transición al mundo de estímulos que el bebé experimenta al nacer, debería ser de forma progresiva. Respetar «la hora sagrada» es entregar el bebé sano a la madre para que lo apoye sobre su pecho, piel con piel. Un procedimiento que también se puede llevar a cabo en los partos por cesárea y es probable que, en un futuro, podamos incluir prematuros, cuando no exista riesgo de hipotermia por falta de regulación de la temperatura corporal”
Parte de la sangre del bebé está en la placenta. Antes se creía que para prevenir la anemia había que sostenerlo a la altura del útero de la madre.
A tomar en cuenta esta “hora sagrada” que es fundamental para las futuras madres y sus futuros hijos.
Fuente: La nación - El club de los poetas muertos.
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